Las palomitas. Esas pequeñas amiguitas que te ayudan a hacer
la película más amena entreteniendo a tu lengua
intentando sacar los restos de la cáscara tostada del maíz de entre tus
dientes. Molestando al de al lado con el incesante ruido al masticar sobre
blando y dejando los suelos de las salas de cine como si hubiese habido una
guerra civil de palomitas abiertas contra cerradas debajo de tus pies. Aunque
no todo es malo, también te quitan el hambre por el módico precio de un riñón.
Pero, ¿de dónde viene esta incomprensible e irrevocable costumbre de comer
durante la película?
La tontería se le ocurrió a un hombre que vio que los bares
de alrededor se llenaban después de cada película. Descubrió en ello una
oportunidad de adornar a su esposa con joyas de oro e introdujo la comida menos
sucia y rápida de comer que se podía encontrar. ¡Incluso verduras! Durante la
Gran Depresión, se producían más copos de maíz de lo que se podía llegar a
vender. La oferta crecía y como todo hijo de padre sabe, eso bajaba los
precios. Por aquel entonces, el cine se convirtió en el único método de evasión
apto para los bolsillos y las palomitas eran las reinas de las meriendas. A
otro personajillo se le encendió la bombilla y promocionó las palomitas en
todos los cines de su cadena. Asombrosamente las ventas proporcionaron un
aumento del 2500% en el beneficio. Oro
que explota en el microondas. Comida adictiva, barata, limpia y rápida, ¿existe
algo mejor para todos? Pues sí, cualquier cosa es ahora mejor que comprar
palomitas. Actualmente es un lujo demasiado innecesario y sustituible. ¿Alguien
se ha parado a pensar que las palomitas aportan 1800 calorías al cuerpo cuando
el mínimo general de calorías necesarias al día son 1500? Quizá sea hora de que
a otro genio se le encienda la puñetera lucecita y desarrolle otro gancho al
consumismo. Hasta entonces, seguiremos usando las palomitas como escusa para
rozar la mano de la persona que nos gusta, para molestar a los de adelante,
para tener la mano ocupada durante los 90 minutos de film, para que cuando
bajes las escaleras sientas con el ruido que vas por un bello paraje lleno de
hojas caídas por el otoño, para vaciar las carteras de los papás, para
aparentar ser un caballero y proporcionarle a la chica cualquier cosa por un
atisbo de felicidad… ¡Ejem! Fantasma ¡Ejem! (Tos grave)
Perdón se me ha atragantado la cursilería ¡FANTASMA!
Pues bien, ahora ya sabéis algo más acerca de éste producto
tan criticado y deseado. La marihuana del cine, caviar de pobres, nubes de maíz, corazones rotos, proyectiles
de tirachinas, palomas pequeñas, bombas saladas, rompe vestidos, jode-encías… y
un largo etcétera. Así que si alguien te tira una palomita o te la mete por la
camiseta le puedes contar toda esta chapa y seguro que te dirá algo como “nö
tèh râyèh préêèmöhh” (Por lo menos el corrector automático sigue subrayándolo
de rojo). Joróbate Flanders.
(Entrada escrita por Riloser, colaborador del blog)